Ayer, mientras hablaba con una amiga le pregunté sobre una cosa que me rondaba por la cabeza cada vez que escribía. No sé, como si tal vez fuese la única persona que sentía malestar cuando hacía algo que la gente llama liberador.
Mi pregunta fue acerca de si ella cuando escribía lograba desahogarse escribiendo, si cuando terminaba de escribir la última palabra sentía que se iba el problema con el que había empezado el día. Ella me respondió que sí, que no lo hacía a menudo pero que normalmente cuando le da la 'vena de escribir' lo hace, a su manera, pero lo hace. Y claro, yo me quedé ahí, al lado de ella, pensando intranquila en el porqué de la gente que pretende escribir para liberarse, y al contrario que yo que cuando escribo me sumerjo todavía más en la realidad, que a veces me agobia y me come, pero aún así sigo haciéndolo porque no me veo en otra cosa que no sé escribiendo palabras para que otros - si quieren- puedan leerme.
Siempre cuando termino de escribir en el diario me olvido de lo que he dejado allí, nunca lo voy a volver a leer porque me parece que acabo de guardar un secreto en el papel que no puede tocarse. Ahí lo hice y ahí se va a quedar siempre, nadie va tocarlo. Al menos no debería. No me importa que lo hagan, pero la rareza de las palabras no están hechas para todo el mundo y las mías mucho menos.
Así que tal vez mi amiga tenga razón y encuentre liberador escribir todo eso para después encerrarlo. Me parece bien.
Nota: Creo que sería buen momento de empezar a retomar la poesía, María.
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