Ayer durante la noche sentí miedo por primera vez. No un miedo de paralizarte, sino un miedo de parecer víctima, arrastrarte, defenderte y gritar. Cada vez que sonaban mis palabras no notaba la seguridad que quería trasmitir, sentía que se morían conmigo.
No hay nada más triste que dejar morir las palabras.
Me vi tan mal que cuando hoy me he levantado he sentido la otra parte, la racional, empujándome a quejarme por todo lo que no hice a noche, a contar la verdad, la que es, no la que quiero que sea. Y no sé que me parece más terrorífico si la versatilidad con la que solté aquella frase o la sensación de querer quedarme unos minutos más sintiendo ese miedo.
María a veces das miedo cuando dices las cosas tan rotundas.
Comentarios
Publicar un comentario