UTOPÍA.






Los párpados me pesan, evito dormir porque he visto dos veces el mismo sueño que me devuelven las voces. Ayer mientras estaba dando una vuelta sola en el límite de la aldea me fijé en las casas abandonadas que todavía conservan esas historias que me contaba mi abuelo con orgullo. Si él pudiese escucharme ahora le diría que me contagió el querer con los ojos. Siempre he sido así de soñadora, pero no de soñar despierta, sino de soñar con el corazón en la mano. Antes el sueño que yo. Es impresionante como me sentía en el momento que guardaba otra historia más en la conciencia. Pero luego también era de guardarlas más lejos que pronto, sí, así como lo digo. Me gustaba imaginar que un viernes papá o mamá me dirían que íbamos a ir de viaje a algún sitio con muchas mariposas y flores extravagantes, que cuando estuviese hablando con mis amigas una de ella me mirase con esos ojos que dicen ''gracias por ser tú'' o '' menos mal que eres tú'', que una profesora me recomendase leer un libro que a día de hoy sería mi favorito o compartir una sonrisa fugaz con algún desconocido porque hemos tenido la poca suerte y el buen destino de coincidir en el mismo lugar. Tan lejos...que no me dio tiempo a conocer tantos lugares, me agobiaba las miradas de aquellas personas desconocidas que me  llamaban con tanta ligereza `amiga´, no era muy presente en clase pero me interesaba lo suficiente como para pensar interiormente, y los encuentros fugaces fueron los que más daño me hicieron. Creo que no estoy preparada para experimentar estas cosas que la vida te presenta y te empuja a vivir, estoy acostumbrada a dejarme llevar, no a impulsarme, soy diferente así, pero también soy de ciclos y de querer comerme el mundo en un mordisco pero sin ansias que luego hay que hacer la digestión y pillamos a todos llorando, María.

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