Seguramente te acordarás de aquel día en el que te hablé de la historia de las parcelitas. Al principio pensé que era genial para saber un poco más de ti, eso que querías darme a cambio de algo mío. Luego, después de colgar la llamada me quedé dos horas imaginándome todo aquello que se había metido de golpe en la cabeza. Creamos un sótano, nuestro sótano. Me decías que te había metido yo y que te sentías bien estando en él, luego preferiste el balcón porque veías el sol y un jardín, y lo último que vi fue como cerrabas con llave la puerta de la casa y me dejaste dentro.
No sé por ti, pero yo no temo estar sola. Quizás tú tengas ese miedo, quedarte contigo mismo. Debe ser un infierno. Agradezco que me quedé dentro, porque es mi casa.
Comentarios
Publicar un comentario