Recuerdo un día de mucho frío atravesando la ventana. Apenas hoy el silbido pero lo sentí colándose en los huesos. Las manecillas del reloj del salón golpeaban con un traqueteo que siempre hoy en las pelis de miedo, pero que ha decir verdad las de mi casa me dan tranquilidad. No sé si es este extraño hogar o yo que lo hago parecer irreal. Según estaba durmiendo sé que mi cerebro me estaba pidiendo una dosis de recuerdos de los que le suelo dar en momentos oportunos, procuro que no sean muchos, pero sí puntuales.
Hoy fue su risa. Le llenaba los labios con tanta locura que era imposible no reservarla para mí. Me acuerdo cuando sus ojos negros me miraron con esa desconfianza que le genera una alma diferente a la suya, justo un segundo, después fue tranquilidad. No sé si fue por mí, por lo que en ese momento rodeaba o lo que se hizo a él por aquello. Yo solo sé que lo paró todo, y que cuando quise darme cuenta me silenció el cuerpo y las cuerdas de la mente empezaron a enredarse tanto que los hielos de mis labios se ensancharon y pensé: —Ahora te veo.—
—¿Qué es lo que bebes?— su voz ronca me hizo cerrar los ojos y apretar los labios. Nunca pude oler los sueños pero en este se sentía a menta, cigarrillos y regaliz.
—Alguna bebida favorita de una persona.— me encogí de hombros. Siempre tengo la costumbre de mirar a algún espacio vacío cuando no soporto la mirada de alguien. A veces me veo ridícula, y otras veces me alivia parecer que estoy loca. —Todavía no sé cuál será mi bebida favorita, ¿tienes tú una?—frunzo el ceño.
Ciertamente hago muchas preguntas. Aprendo cosas nuevas cada día.
—Seguramente tenga una.— habló con condescendencia.No le importaba. Me dolió. No es que sea una conversación productiva, pero me gusta conversar con la gente, saber como responden y lo que piensan.
—Uno no debería pensar en lo que otros buscan — Escupí las palabras. Dejé el vaso medio lleno sobre sus dedos, seguían manchados por el pintalabios rojo, sangrando. Como todos.
—¿Quién dijo eso?— su voz rompió la lejanía.
Susurré «Nosotros» mientras seguía apartando cuerpos inmóviles.
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