Siempre que he hablado a personas sobre El Pozo han acabado enterrándome más en él.
Me asusté del miedo que viene después, de cuando te acercas a la ventana del coche y ves pasar un mar que nunca acaba, que parece que te arrastra hacia adentro. Leer algún mensaje entre líneas, algo que haga limpiar mi cabeza, barrerla y que descanse. Y sé que todo lo que cura lleva agua sal: las lágrimas, el mar y el sudor.
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